La actual desafección entre
“civiles” y políticos provocada por los defectos de la crisis y su austera ingestión, sumada a la creciente
corrupción “intrapartidos”, a la falta de preparación, a la selección orgánica de los
“poco capaces” e incluso la escasez de dedicación de aquellos que más tendrían
que esforzarse por sacarnos adelante gestionando correctamente nuestros
recursos con soluciones planteadas a paliar social y eficazmente las urgentes y
más críticas situaciones de los sufridores ciudadanos, no darían justificación al
baile de siglas, cifras y letras, que se ha iniciado en nuestro espacio patrio con la
convocatoria de las elecciones municipales del 24 de Mayo de 2015.
No es de recibo el
corre calles de chaquetas y nombres, que saltando entre nuevos símbolos y siglas
de signos, más pareciese la carrera por la procura del acomodo personal en ciertas
marcas de incipiente y poco consistente progreso, que la lógica confianza en la
capacidad de las franquicias históricas que seguramente no hayan estado al 100% a la
altura mínima de las circunstancias, pero que de forma inequívoca sugieren
posibilidades globales de gobierno, de gestión, de solución y de política de
responsabilidad social.
No debiera ser lo mismo
sumar que restar, derribar que construir, destrozar que arreglar y menos en
unos momentos en que la estabilidad requiere de dos caminos: La corrección de las
injustas medidas restrictivas de los derechos sociales que hemos ido sufriendo,
y la tranquilidad de hacerlo sin aspavientos ni altercados propios de gobiernos
indecisos o irresponsables que nos pongan en peligro y provoquen desajustes
graves en los modelos de economía que deben sustentar precisamente los estados
de bienestar, de forma digna y equilibrada, (que no austera), fuera de toda voracidad
expoliadora de un descontrolado capitalismo ajeno a estados y a personas.
No se vota para derribar
gobiernos (en este caso municipales) y cambiarlos por gestores “re-ensiglados”
en formaciones sin contenido ni planes ni programas. No elegimos el “quítate tú
que me pongo yo”. No decidimos la nada o el futuro de lo incierto; Elegimos el
progreso de nuestros próximos cuatro años, y me niego a pensar que una sociedad
a la que tanto le ha costado poder llegar a decidir sus modelos, se dedique
ahora al juego de una anarquía insostenible de reparto de escaños y tronos.
Sugiero, espero y deseo,
casi solicito y exijo, que nos ilumine ese cierto espíritu de responsabilidad cívica
a la hora de pensar en nuestras ciudades, en nuestros servicios, en los planes
y en las soluciones a votar, para no perder cuatro años en los sueños
intangibles de un abismo desconocido.
Y no hablo de extrapolar
bipartidismos, pero sí de que pensemos en formaciones consolidadas y capaces de
formar gobiernos, de gestionar soluciones y de definir planteamientos con
argumentos a compartir o confrontar; Porque a veces no ha sido bueno plantear
el denostado voto útil, aunque desde luego será mucho mejor que lo que nos puede
esperar con el otro voto: El inútil.
Hasta deberíamos apelar en
este caso a aquello que en su día escribió Antoine de Saint-Exupéry: “Ser hombre es, precisamente, ser responsable”.