Asistimos a una nueva versión de chamarileros. Emuladores de mensajes grandilocuentes y vacíos que pretenden hacer efectivos a la sazón de los excepcionales vendedores de "mandolinas de cocina" de los mercadillos de temporada, que adornan la impresionante eficacia del instrumento, -que nos van a vender por un módico precio-, con una elocuencia cuasi científica, digna del más preparado pro hombre/mujer del momento recargado de títulos como para que no quepan en su twitter.
Los primeros nunca van a estar a la altura de los segundos, en tanto en cuanto aquellos al menos manejan la herramienta que venden -por un módico precio- a la par de las virtudes que de ella narran; Y éstos se quedan solo en vacuos y rebuscados eslóganes, -nunca originales-, del más puro y simple "blablaísmo", una tendencia ya clásica en la actualidad política que vivimos.
Son esos pseudo entrenadores del "lo que yo te diga", que aterrizan todos los lunes con recetas, esquemas, planteamientos y estrategias, -a toro pasado-, que nos venden como soluciones a todas las desgracias de la pasada jornada deportiva. Son esos que hablan de la macro política, de diplomacia internacional, de economía, de urbanismo global, de leyes y sentencias, de medicina y ciencia, de psicología social y pensamiento de masas, pero criticando todos los tratados, decisiones, cambios, operaciones, líderes y ponencias, -excepto las suyas propias-, pues creen estar muy por encima de nosotros, levitando, con un artificio de discurso etéreo y sobrenatural. Son los que hablan y hablan y no dicen nada. Son los que nunca han hecho nada más que hablar para vendernos motos, (de las que no tienen ni carnet), que no han pilotado en su vida, porque no existen.
Abusan de forma consciente de maquillaje, de la cosmética, pensando que realzan su belleza -que tampoco poseen-, e intentando esconder sus verdaderas fallas, defectos e intenciones imperfectas de las carencias más absolutas que ostentan en su propia y auto reconocida irrelevancia particular y social. Una irrelevancia tal que intentan enmascarar con fotos de asistencia a sitios a donde van solo por y para para figurar. Fotos para decir "estuve aquí", -3 minutos-, aunque el respetable no tenga ni idea de quiénes son o de por qué van allí. Fotos aunque no los conozca nadie ni hagan nunca nada para que se les reconozca valía, colaboración, trabajo, aportación, etc: Fotos para su facebook, su twitter, su whatsapp, su instagram, correspondiendo a su incurable vanidad provocada por su palpable desapego social. No hay nada más patético que tener que decir en todo momento quién es uno, resaltándose permanentemente a gritos desde su mundo "happy-guay" para que vean que están "allí", sin otro mérito o reconocimiento previo alguno que el de hacer de Teletubbie.
Ese maquillaje, perfume, cosmética, atrezzo, junto a su pose escénica, es el único recurso que manejan. Recurso nulo, vacío, del que hasta desconocen que decaerá con el simple paso del tiempo, y que suele pasar bastante rápido en estos casos.
Es sencillo ponerse guapo, oler bien y escribir y leer citas ajenas o líneas dignas de los oídos de la confianza y candidez de muchos. Es sencillo pero muy básico, ya que todos estos acaban siendo descubiertos por el respetable como los tele predicadores de su "nadería", (excepto por sus forofos, adeptos, hooligans y fans), y terminan desnutriendo de esperanza a los que creían que iban a ser los asesores de los campeones del mundo de corte de mandolina. Pagan, compran, ven que no es lo que era, (aunque al menos se han llevado una mandolina a casa) y la acaban desterrando (incluso tirando a la basura) en la mayor parte de los casos.
Lo peor es el tiempo que nos han hecho perder, el músculo que han desperdiciado ante grandes oportunidades, y la ilusión que han destruido con falacias y mal intencionadas conspiraciones endogámico twitteras y facebookeras.
Algunos aprovecharan ese tiempo para sacar sus réditos; Algunos acabarán de enterrar las últimas posibilidades de una época; Y estos, como siempre, seguirán e intentarán recargarse de más maquillaje, de desodorante, con mucha más cosmética y tinte para su casposo bisoñé de ideología cero.